In Memoriam: Lee 'Scratch' Perry
Un homenaje al genio del dub en la forma de un mini catalogue raisonné
El 29 de agosto pasado falleció Lee ‘Scratch’ Perry. Con Florian Schneider, fundador de Kraftwerk desaparecido en 2020, es posible que se trate de los decesos recientes con mayor relevancia en la música popular contemporánea.
El legado de Perry es enorme y se fundamenta en su papel como productor, músico e ingeniero de sonido activo en Jamaica entre 1960 y 1979, particularmente en el periodo que va de 1970 a 1978, en el que no exageramos si decimos que codificó la forma final del reggae, inventó el dub y transformó la música popular de la isla para siempre. El prolífico productor nutrió el talento de Bob Marley, Peter Tosh y Bunny Wailer, aunque el sonido jamaiquino que Perry lanzó al mundo poco tenía que ver con el acicalado registro pop que Chris Blackwell comercializó con Island Records. Lee ‘Scratch’ Perry propulsó versiones idiosincráticas del reggae, ya fiesteras, ya sobrenaturales, ya excéntricas, ya rebeldes; todas resultado de una experimentación sonora populista y fortalecida por lo autogestivo, a contramano del lujo de los grandes estudios de Kingston, hecho por y para las ceremonias de los DJs en los soundsystems de los barrios capitalinos.
Por esa vía fue que su música se coló en las preferencias de los jóvenes artistas surgidos alrededor del estallido punk, compartiendo estéreos y pistas de baile working class con migrantes afrocaribeños y antillanos. El influjo dub en el post-punk es un elemento fundamental de su configuración. Public Image Limited, The Pop Group o Wire serían imposibles sin la alargada sombra de Perry, por no mencionar grupos como The New Age Steppers o Madness, más obviamente próximos. En la vereda electrónica, los productores y DJs británicos nunca dejaron de profesar su reverencia por Perry, llegando Adrian Sherwood, Kevin Martin y Jimmy Cauti a colaborar con él. A su vez, la cultura hip hop encontraba lazos inmediatos con prácticas como el sampling o el toasting que Perry ayudó a popularizar, empujándolas si no a la categoría de creaciones artísticas mayores, al menos a un espacio en el que eran alternativas viables en lo fonográfico. Ya en el cambio de siglo, los artistas independientes que se aproximaban a la experimentación electrónica con un insólito acceso a implementos de grabación casera y la fonoteca inabarcable de la internet bien a mano, tuvieron en Perry un guía espiritual, como podemos escuchar en la obra de Animal Collective, Gang Gang Dance, MGMT, Boredoms, TV on the Radio, entre otros.
Este apresurado e incompleto repaso de la influencia de Lee ‘Scratch’ Perry no puede ni intentar hacerle justicia. Por eso queremos completar este homenaje con una selección de veinte canciones emblemáticas del genio jamaiquino, intentando abarcar todas sus etapas y facetas.
Encuentra la playlist aquí o escucha cada uno de los vídeos con su pequeño comentario más abajo.
"Soul Fire" - Lee 'Scratch' Perry
Roast Fish Collie Weed & Corn Bread (1978)
Perry se pasó los primeros veinte años de su carrera detrás de una mesa de mezclas, lejos del micrófono. En esta, la canción de apertura del álbum en el que debutó como vocalista, el productor prefiguró lo que haría en los próximos cuarenta. Si bien, en la forma, las piezas que integran el disco estaban cerca de la canción pop, Perry tenía claro que sus limitaciones vocales no le iban a permitir reemplazar a Junior Murvin o Cedric Myton, cantantes con los que trabajó en el pasado. En cambio, apostó por adaptar los trucos de un animador de fiesta a una base menos excéntrica que los dubs que solían usar los DJs en los soundsystems de Kingston. Así, al ritmo infalible que construyó con una base programada, un cencerro, la guitarra y el órgano, Perry le sumó un estribillo más proclamado que entonado y el tarareo de la melodía, ofreciendo una cara más amable que el delirio cósmico en el que supo incurrir en otras de sus creaciones. El dejo Marley que se intuye en ese coctel no es un espejismo, pues se sabe que la estrella del reggae moldeó su estilo vocal bajo el influjo de Perry, como transparenta en alguna medida la primerísima incursión como cantante del ya entonces legendario productor.
“Congoman” - The Congos
Heart of the Congos (1977)
Antes de grabar este disco, Ashanti Roy Johnson y Cedric Myton, el dúo conocido como The Congos, habían sido parte de numerosos conjuntos de ska y reggae, todos en el mejor de los casos mundanos. Después, tampoco lograrían recapturar la gloria de esta obra maestra de la música jamaiquina. No en vano Heart of the Congos está considerado como uno de los discos capitales del roots reggae. Pero, si no por lo grandilocuente, los rituales de Perry en su Black Ark hacen tal descripción inexacta. En este álbum el productor usó unos recursos deliberadamente primitivos y una catarata de talento musical (Gregory Isaac, Sly Dunbar, Ernest Ranglin, Keith Sterling, Winston Wright entre varios otros) como lanzadera para trastornar lo que se podía entender como música espiritual. Algo que se percibe con enorme claridad en esta canción, en la que Perry creó un ambiente en verdad místico a partir de la manipulación de efectos y la repetición, tanto de las armonías vocales como de los motivos instrumentales (¡esa caja de ritmo!), rozando lo sobrenatural y hasta lo profético.
"Party time" - The Heptones
Party Time (1977)
En el mismo año en que transfiguró a The Congos y su roots reggae, Perry logró algo parecido con The Heptones y la música isleña más cercana al R&B. El ya veterano trío llevaba activo desde mediados de los sesenta, asentados en un registro entre el ska y el rocksteady, y encontró en el hechicero de Black Ark el comodín que necesitaban para renovarse. Aunque el disco resultante no logró el nivel de innovación que los otros trabajos en los que Perry estuvo envuelto entre 1976 y 1978, sí que consiguió sacar de la modorra a The Heptones, ofreciéndoles pistas para explorar reencarnaciones distintas a la piel pop rock que sus contemporáneos The Maytals habían tomado. Cuán criatura de estudio era Perry queda patente en esta canción, de hecho una reversión de un corte originalmente grabado por el trío en el mítico Studio One, bajo la supervisión de Coxsone Dodd, mentor de Perry. Como en otros temas de Party Time, aquí Lee ‘Scratch’ Perry usa los efectos de su estudio para generar una sensación de énfasis y euforia en la invitación al baile que por poco no se antoja subyugante. En realidad, con esos modos, el productor dejaba claro que el trance místico de sus canciones más metafísicas estaba íntimamente ligado con las revelaciones que se podían hallar en las profundidades de la pista de baile.
"War Ina Babylon" - Max Romeo
War Ina Babylon (1976)
La faceta combativa del reggae, con letras tópicas y de denuncia social, no le fue ajena a Lee ‘Scratch’ Perry. En War Ina Babylon el productor se alió con un cantante que se reconvirtió de un one hit wonder ska en un activista del People’s National Party, el célebre Max Romeo. Justo la canción titular es la que más de frente critica la compleja situación política en la isla. Nada extraordinario, como tampoco lo son las invectivas contra la policía o las loas a Marcus Garvey que aparecen en los versos. La estrella del disco es, una vez más, Perry; que construye una pantanosa atmósfera, sin dejar de comunicar lo opresivo y peligroso del momento social aunque utilice recursos sonoros que solo pueden describirse como juguetones. Una pócima tan rebosante de soul, blues y pop como su melliza “Police and Thieves”; con tanta madera de hit que Bob Marley intentó sin éxito que se la cedieran, aunque luego copió la línea de bajo y alguna cosa más en “Three little birds”.
"Soldier and police war" - Jah Lion
Police and Thieves (1976/1979)
Antes de conocer a Lee ‘Scratch’ Perry, Patrick Lloyd Francis era Jah Lloyd, un DJ de mediano éxito en la escena de los soundsystems. Perry lo rebautizó Jah Lion y quizás probó en sus trabajos conjuntos algunos de los trucos que más tarde aplicaría él mismo a sus lanzamientos solistas. Como ejemplo tenemos este dub de “Police and Thieves” de Junior Murvin, que también grabó Perry (tal vez sea la canción más popular en la que participó, excluyendo su etapa con Bob Marley). No era la primera grabación de las rutinas de toasting que se podía escuchar en Kingston, pero utilizar la base de un mega hit y tener en las mezclas a Perry en estado Midas eran unas armas poderosísimas. Es más, aunque el mensaje de la letra continúa la línea crítica al sistema de cortes como “War Ina Babylon” — incluso con mayor vehemencia —, la motivación inicial para este dub fue cortarle las ganancias a los productores que estaban regrabando sus propios toasts sobre dubs piratas de la exitosa “Police and Thieves”. Es que Jah Lion antes reinventarse como artista había trabajado vendiendo discos, por lo que compartía el instinto para los negocios de un Perry que al final de sus días llegó a escribir Scratch con el signo de dólar.
"Disco Devil" - Lee 'Scratch' Perry (1976/1979)
Aquí tenemos otro dub propio, en este caso de “Chase the Devil” de Max Romeo, que Perry transmuta en la que podría ser su declaración definitiva como primera espada del dub. La espira de la magnífica catedral sonora que construyó en Black Ark Studios. En “Croacking lizard” de Super Ape, Perry ya había reutilizado la base de “Chase the Devil”, incluyendo unos toasts de Prince Jazzbo, pero el paroxismo místico/espacial que alcanza en esta versión no tiene parangón. Una canción que, dicho sea de paso, extendió su influencia a Latinoamérica en la voz de un Luca Prodan que solía revisitar el estribillo con alguna frecuencia. Pero lo que fascina en esta “Disco Devil” es el denso collage de samples y efectos que acercan la obra de Perry como nunca al hip hop. O, más bien, a las producciones caóticas y maximalistas de The Bomb Squad o Paul’s Boutique. Incluso supera a la original en tanto artefacto espiritual, ofreciéndonos una encantación que en verdad suena como algo que podría expulsar al demonio de la tierra. Un conjuro resultante de la propia experiencia, ya que Perry la grabó luego de regresar de Nueva York, donde además de trabajar con The Clash pudo ver el boom disco y las sustancias que lo alimentaban. Son esas energías diabólicas las que exorcisa aquí, haciendo de su música anatema de esos ‘disco rebels’ que transaban su alma por el oropel y las candilejas que, como la carne, son polvos que no duran ni una noche.
"Dreader Locks" - Lee & Junior (1974)
La cultura del LP como “obra mayor” es un tic muy del rock y su prensa. El pop, la electrónica, el reggae, incluso el primer punk, son músicas de otros formatos: singles, 12-inches, mixes, EPs, etc. Cuando Bob Marley abandonó a Perry, se fue a Inglaterra y comenzó a coquetear con el estrellato rock, para consagrarse necesitó lanzar Catch a Fire (1973), una obra discográfica larga y pensada como tal. Uno de los primeros LPs internacionalmente exitoso que produjo Perry fue Beat Down Babylon (1972/1974) de Junior Byles, otra pieza clave en la historia del género. Byles era un cantante que Perry tenía en su radar desde cuando era ingeniero a sueldo en los estudios de otros, a mediados de los sesenta. El gran hit de Beat Down Babylon fue "Curly Locks", de la que “Dreader Locks” es un dub. Siendo el reggae una cultura de singles y de fiestas organizadas en torno a DJs, era común que otros productores lanzaran dubs no oficiales de los principales hits. Fue lo que pasó con “Curly Locks”, que llegó a alcanzar éxito hasta en Inglaterra en la versión del toaster Big Youth y el productor Prince Tony, otrora aprendiz de Perry. En clave toasting y sacándole el máximo partido a la voz dulce de Byles, “Dreader Locks” fue la respuesta que Perry le dedicó a los imitadores, de paso anotándose otro hit con la base de una “Curly Locks” que revisitaría varias veces más en el futuro.
"Dub Organizer" - The Upsetters
Blackboard Jungle Dub (1973)
Uno más de la inagotable fuente de hits de Perry, este corte era un amistoso tributo a King Tubby. Basada en el ritmo de “Cloack & Dagger”, grabada en el estudio de King Tubby con la participación de su toaster principal Dillinger, marcó una rara ocasión en la que Lee ‘Scratch’ Perry entregó los controles a otro creador durante sus años de residencia jamaiquina. El resultado se escucha en Blackboard Jungle Dub, curioso matrimonio del controlado acercamiento cientificista de Tubby y el ritualismo intuitivo de Perry.
"Throw some water in" - Lee 'Scratch' Perry
Roast Fish Collie Weed & Corn Bread (1978)
En este corte de resonancia algo retro, Perry utiliza el mantenimiento de un coche como metáfora para el autocuidado. La hidratación era importante para un músico que atribuía su vigor y virilidad a los vinos fortificados y alguna vez explicó que las sustancias que conducían su música eran el humo de la marihuana, el agua de coco mezclada con líquido de baterías (“lo que produce la chispa”) y un tónico de banana negra que era tan espeso como la tinta con la que escribía los versos.
"Dyon Anaswa" - The Upsetters
Return of the Super Ape (1978)
Un híbrido entre un refrito de Little Richard y un cántico sagrado, “Dyon Anaswa” es también la contracara secular y pop del himnario sacro de los Congos. La madeja conecta al Little Richard predicador born again con las profecías panafricanistas y los coros casi yéyé que intentó robarse Serge Gainsbourg. Por entonces, Perry se hacía llamar científico loco y parecía serlo, viajando en el espacio-tiempo en esta canción que además podría calificar como una falsificación etnológica, una pieza de electrónica post-occidental o una excursión de jazz espacial. Un hechizo solo al alcance del genio jamaiquino.
"Tight Spot" - Dave Barker & The Upsetters (1970)
Uno de los apodos de Perry era The Upsetter, que se lo ganó por darle la contra a su primer jefe Coxsone Dodd. Una chapa que además compartía con su banda insignia: The Upsetters, una talentosísima troupe por la que pasaron varias de las principales estrellas del reggae, corresponsable de muchas de las grandes obras que grabó Perry. En este corte, con Dave Barker como vocalista, los encontramos todavía en la órbita R&B, a tono con un Barker inspirado por James Brown. Sin embargo, ya están plantando las semillas del dub con un minimalismo hasta fantasmagórico, que sugiere a un Barker cantando mientras flota en un vacío infinito.
"A live injection" - The Upsetters
Return of Django (1969)
En este temprano registro de la house band de Perry escuchamos a los Upsetters entre el ska y un R&B de teclados muy al estilo de Booker T. & the M.G.s. La influencia de Ennio Morricone es también evidente — en el título del álbum, por supuesto, pero más todavía en la melodía. Pero como Perry era Perry, su extravagancia se plasma en esa metralla de teclado que se escucha apenas pasado el minuto dos, alcanzando unos registros torrenciales que uno daría por imposible antes de los soundtracks de videojuegos de 8 bits.
"Dread Lion" - The Upsetters
Super Ape (1976)
Un dub de “Natty pass through Rome” de Prince Jazzbo, grabada originalmente por Perry con los Upsetters, “Dread Lion” propone un reverso psicodélico de la etérea salmodia de “Congoman”. Aquí la glorificación se transforma en una nube densa de alabanza, en la que los coros celestes no son trompetas de lo alto, sino reverberaciones a cargo de los Heptones, acompañadas por unas explosiones que materializan el temor de Dios que empapa las plegarías expiatorias. Tal vez esto sea como suena la locura que es capaz de inducir en el hombre, lo dice el Antiguo Testamento, el trance de la experiencia mística.
"Mr. Brown" - The Wailers (1970)
En esta colaboración entre Lee ‘Scratch’ Perry y Bob Marley hay por lo menos tres canciones. La primera es “Peenie Wallie” de Jackie Mittoo, tecladista de los Skatalites, a la que “Mr. Brown” fusila varias ideas melódicas. La segunda es “Dracula”, primer registro instrumental de esta composición por los Wailers, que luego lanzarían como “Duppy Conqueror”, con unas letras que abandonaban el origen paranormal de la canción, que iba sobre un fantasma que por esos días rondaba la ciudad. La tercera es esta versión, que recupera en su ambientación el toque de terror de la original, con sus efectos sonoros y juegos vocales, si bien Perry retorció la letra para que sirviera tanto como alusión fantasmagórica como para saldar una pica pendiente con otro músico de la escena. Esas curiosidades de lado, “Mr. Brown” es un artefacto sobresaliente del periodo en el que Perry incubó a las superestrellas que integraban The Wailers (Bob Marley, Peter Tosh, Bunnie Wailer), inventando de paso el reggae; la música que Perry siempre dijo “regaló” a Marley solo para que este se la dejara arrebatar por los demonios de la industria.
"Space Flight" - I-Roy (1973)
El afrofuturismo de Lee ‘Scratch’ Perry no se discute. Si acaso, en esta canción se hace literal, construyendo un viaje espacial en el que, a punta de drones y efectos no tan usuales en su repertorio, el productor consigue sumergirnos en la odisea interestelar que I-Roy va narrando.
"Bed Jammin" - Lee ‘Scratch’ Perry
The Return of Pipecock Jackxon (1980)
Este disco es el primero de los trabajos post Black Ark del jamaiquino, que según la leyenda arrasó con fuego su estudio, intentando librarse de los malos espíritus que lo acechaban. De cualquier modo, establecido en Europa, donde pasaría la mayor parte del resto de sus días, se cruzó con unos fanáticos que le ofrecieron reconstruir su estudio en Ámsterdam. Allí Perry tuvo acceso no solo a mejor equipo y recursos más abundantes, sino que a unas sustancias que no siempre llegaban a Jamaica. Sin embargo, las cantidades hercúleas de LSD que se dice ingirió Perry no suplieron a los músicos y al aura de su vieja base de operaciones. Entonces, The Return of Pipecock Jackson acabó por repescar en descartes del antiguo estudio y otras grabaciones sueltas, mientras Perry comenzaba a dejar de interesarse por la producción musical, centrándose en una intervenciones vocales que se enrevesaban entre la divagación hermética, lo autorreferencial, las bromas que nunca se sabía si eran intencionales (en “Bed Jammin” recita el alfabeto) y una obsesión por las proezas sexuales propias y ajenas. Todos esto lo encontramos sintetizado en esta canción, que abre el disco y la etapa otoñal del músico jamaiquino, reteniendo aún algo del encanto de su fase imperial.
"Jugle Lion" - The Upsetters (1973)
Aunque ya llevaba tiempo en las grandes ligas de la música jamaiquina, trabajando con Coxsone Dodd, el genuino salto a la fama de Lee ‘Scratch’ Perry se dio con “People Funny Boy”, una canción en la que ajustaba cuentas con su anterior jefe, construida alrededor de un sample de un bebé llorando. Perry siempre consideró “Jungle Lion” una continuación natural de su primer gran hit, en la que el gancho lo proveía otro sample; ahora, una reapropiación melódica de “Love & Happiness” de Al Green. Otra puerta al hip hop, no solo por esa modalidad creativa, sino por el bragadoccio del corte, ya que “Jungle Lion” es un himno rasta — como corrobora el rugido del León de Judá que lo abre —, pero también es la canción fanfarrona de alguien que se siente por encima de sus rivales en la cadena alimenticia. El cachorro hambriento de “People Funny Boy” era ahora el gran jefe de esa selva llamada industria musical jamaiquina.
"Return of the Super Ape" - The Upsetters
Return of the Super Ape (1978)
Los fanáticos de Lee ‘Scratch’ Perry suelen decir que la transformación del gigantesco simio que aparece en las portadas de Super Ape y Return of the Super Ape es la mejor metáfora para el estado mental del productor en aquellos años. Por algo este fue el último disco que grabó en Black Ark antes de que las llamas dieran fin con el estudio. Si es cierto que en ese tiempo Perry se pasó semanas caminando hacia atrás por las calles de Kingston, o pintarrajeando runas y conjuros sobre todas las superficies del estudio, los dubs profundos de “Return of the Super Ape” evocan bien esos momentos y pasajes. Esa disposición hosca, delirante, paranoica no podía capturarse mejor que en un groove pringoso y vagamente jazzístico — del que mamaría sin duda el trip hop — o esa percusión tan maniática como un reloj en persecución. El eco al fondo del abismo, se podría decir.
"I am a Madman" - Lee ‘Scratch’ Perry
Battle of Armagideon (Millionaire Liquidator) (1986)
En la segunda mitad de los ochenta, Perry llevaba varios años viviendo en Inglaterra, consolidado en su rol de vocalista, buscando hacer con las palabras lo que antes logró con los controles de una consola de grabación. Fue en este disco que comenzó a colaborar con sus herederos, unos músicos que podían acompañar esta nueva etapa artística del jamaiquino. Sin replicar lo que ocurría en Black Ark, aquí sí que consiguen el disco más redondo de Perry desde que dejó su país natal (y quizás hasta bien entrado el nuevo milenio). Todavía acosado por los malos espíritus, Lee ‘Scratch’ Perry mantuvo su comportamiento errático durante estas grabaciones, en una ocasión bebiendo una mezcla de ron y gasolina (o eso dicen). La apertura en la que parece volver el niño de “People Funny Boy”, ahora en versión diabólica, apunta en esa dirección. Sin embargo, la admisión jocosa de esta “I am a madman” quizás no lo es tanto. Cuando se lo preguntaban, Perry a veces explicaba que él estaba loco pero no era flojo (crazy/lazy), otras veces decía que hacía referencia a las necias negativas de la gente cuando él les reclamaba penitencia y conversión. Los diarios de grabación dan cuenta que la canción surgió buscando reemplazar una que alababa el órgano sexual femenino (“I am a cuntist”), pues nunca superaría la censura. Un mago no revela sus trucos. De cualquier modo, “I am a madman” fue la introducción a Lee ‘Scratch’ Perry para numerosos jóvenes alternativos, abonados a las radios universitarias de los Estados Unidos, y marca uno de los últimos picos creativos del jamaiquino, que se pasaría los próximos 25 años entregado a músicos mediocres, sin groove ni alma, incapaces de hacer otra cosa que imitaciones aburguesadas del dub Black Arkiano, sobre las que un crecientemente coprolalico Perry tenía poco o nada que hacer.
"Autobiography of the Upsetter" - Lee ‘Scratch’ Perry
Rainford (2019)
En este proyecto Perry se alió con Adrian Sherwood, avanzado discípulo suyo en el dub y uno de los exploradores sonoros más destacados de su generación. Si bien el jamaiquino llevaba en 2019 varios años trabajando con Sherwood y su sello On-U Records, lo que distingue este esfuerzo es la explícita intención de abordar el álbum como una reinvención octogenaria, de vuelta a los orígenes, arropado por un equipo que entiende como nadie el espíritu de la leyenda, un poco à la American Recordings. Comparado con la olvidable producción de Perry desde 1980, se puede afirmar que Rainford fue exitoso, evitando el regusto a imitaciones carentes de garra o maniobras comerciales desvergonzadas, que lastró su trabajo postrero. En el álbum resalta esta narrativa autobiográfica y despojada, casi el “Giorgio by Moroder” del genio jamaiquino. Una finta de vulnerabilidad y transparencia que hoy es imposible no leer como un epitafio tallado en vida.
"Intro - Music Shall Echo" - Lee ‘Scratch’ Perry
Heavy Rain (2019)
Este álbum se concibió como la relectura minimalista y experimental de Rainford (2019). Esas decisiones beneficiaron un trabajo que mantuvo la tendencia alcista de su predecesor, fortaleciéndose en la frugalidad de la presencia de un Perry cuya voz ya señalaba el paso de los años, así como en unos arreglos atinados en su flirteo con la expectativa ortodoxa dub y la invención. También resultó siendo el último lanzamiento “importante” de Lee ‘Scratch’ Perry, si no una de sus obra finales y punto. Con ese prisma, la recitación que incluye en esta “Intro - Music Shall Echo” se nos hace la despedida ideal, quedando como una plegaria por la inmortalidad que se halla en el arte, y acaso la revelación del método que desde siempre anidó en la locura del jamaiquino.