Segundos planes para un mundo extraño
Algunas ideas sobre "Súper Terror", el nuevo disco de El mató a un policía motorizado.
¿Qué canción de Santiago Motorizado has escuchado últimamente? Por supuesto, yo también. No sé si alcanza para describirla como un clásico, pero con treinta años de vigencia continental, ‘No podrás’ es una certeza pop. Claro que no la ha compuesto Santiago Motorizado; es obra de Alejandro Zepeda y Peter Skrabak, grabada primero por Cristian Castro. Una curiosa balada pop rock que todos reconocemos así no sepamos situar con precisión. Santiago Motorizado la había mencionado en una entrevista medio en broma y la bola de nieve creció hasta resultar en un cover. Lo contento que se veía el argentino cantándola transparenta su motivación. Nada de gustos culposos o ironía. El músico admira una canción pop así de contundente, nostálgica, de vinculación emocional colectiva. Sagaz, entendió que solo se la podía interpretar de dos maneras: con el exceso melodramático de un Raphael o como un plebeyo alcoholizado que se saca el pesar vociferando igual que en una barra de fútbol. Más cerca de ese polo, Santiago Motorizado encarnó ‘No podrás’ acompañado de una banda ad hoc, de piano bar. Lo necesario para atacar el tema sin desesperación, con chabacanería y elegancia equilibradas, atajando la tristeza de la letra con el alivio de afrontar el desamor en comunidad.
Es justo que “No podrás” haya pasado a formar parte del repertorio de Santiago Motorizado cuando se presenta en plan solista. El mató tienen canciones de las que se podría decir lo mismo que acabamos de apuntar sobre ella. Una de las candidatas es “El tesoro”, tal vez pronunciada en la melancolía y en otro momento del ciclo amoroso, pero por algo la más escuchada que tienen en plataformas; el eje maestro del giro hacia cierta condición masiva que dio la banda en la segunda mitad de los 2010s. Aquella fue una refinación que tenía suficiente de continuidad para no saber del todo a traición. La soledad y el amor no correspondido han sido dos de los grandes temas de El mató desde su inicio. Así lo prueban ‘Tormenta roja’ y ‘Escupime’, cortes de su single debut Tormenta Roja (2003). La primera pinta una canción típica del punk argentino de los noventa, resonando con Attaque 77 y Embajada Boliviana, influencias formativas para la banda. La segunda marca la novedad que en su día aportó El mató al under argentino, sintetizada en una pieza muy propia del indie estadounidense en su sonido y una letra epigramática en la que cuatro frases se repiten hasta vulnerar y recapturar el sentido. Esa primera versión de El mató se cerró con La Dinastía Scorpio (2012), regenerándose luego la banda en un intersticio mainstream-indie, ante todo clásico, aunque mantenía la peculiar raíz del quinteto. Así se puede escuchar en La Síntesis O’Konor (2017), que el tiempo ha ayudado a acomodar en tanto paso lógico en una trayectoria que, con idéntico esfuerzo, brillantez, fortuna y arrojo, reacomodó el rock independiente argentino a su voluntad y no al revés.
Han pasado seis años hasta la llegada de Súper Terror, el más reciente álbum de El mató. Suficiente tiempo para que uno dude si buscar conexiones con La Síntesis O’Konor, alguno de los lanzamientos menores que llenaron ese periodo (singles, lados B), la banda sonora de la serie Okupas (2021) que trabajó en solitario Santiago Motorizado e inclusive ‘No podrás’. En lo sonoro llama la atención la impronta ochentera de las canciones de Súper Terror, con una producción más llena y lustrosa, redoblando la apuesta por los sintetizadores del disco anterior. Hay bajos secuenciados y una abundancia de capas de sonido que aportan a la creación de un ambiente que sin ser exagerado se aproxima, sumada la limpieza de la voz, a un rock retro que atina si es verídica la intención de la banda por hacer un álbum menos abatido que La Síntesis O’Konor. La apertura del disco con ‘Un segundo plan’, de no ser por la letra y algo de la entonación de Santiago Motorizado, podría sonar en alguna radioemisora de rock viejo. La sosegada ‘Medalla de oro’ tiene unas progresiones que se pueden ubicar entre las horas bajas de U2 o Coldplay. La tensión elemental que El Mató habían aprendido de Stereolab se ha desvanecido. Y si fue sobre una reescritura pulenta de ‘Super-Electric’ que se fundó el indie argentino post-Cromañón, queda preguntarse si permanece algún vínculo entre el origen y estos El mató que van a tocar dentro de nada en el Luna Park.
Hay señales de que es así. Encontramos motivos en las letras de Súper Terror que hacen de este un inequívoco producto de la pluma de Santiago Motorizado. El oro y las medallas, las noches como campo de la aventura personal, las estaciones hechas metáfora emocional. En ‘Voy a disparar al aire’ la conexión es inmediata, pues la canción conserva señas típicas del pasado: un escenario como de videojuego o película de acción en el que una pareja lucha contra el mundo, ahuyentando los fantasmas y la soledad con idénticas armas. Si eso recuerda los cortes de Día de los Muertos (2008), el sonido es otra cosa, aproximándose aquí a las versiones tardías de Weezer y The Strokes. Unas bandas con las que El mató tiene poco en común en cuanto al momento de sus carreras. Los argentinos están ascendiendo comercialmente en plena madurez no reñida con el reconocimiento crítico, los estadounidenses llevan décadas atrapados en la sombra de sus primeros días. No es solo un asunto de crecer y dejar atrás las maneras del pasado. Es curioso que el con frecuencia entristecido La Síntesis O’Konor de más caña que Súper Terror, de concepción vitalista, aunque carente de fuelle. Si parece por nuestro relato que el álbum tarda en arrancar esa es una descripción libre de reclamos. No es tal el demérito de un álbum cuyo punto más memorable puede estar en ‘El Universo’. Una pieza lenta, a voz y piano, que se plantea como liquidación del pasado sin épica ni dramatismo, tan desangrada por la distancia del primer beso como reanimada porque de tan lejana esa memoria ya no puede lastimar.
Algunos análisis han querido ver en Súper Terror la contracara descorazonada de un La Síntesis O’Konor avivado por la plenitud del amor. Es un ángulo válido, si bien ese desencanto romántico no tiene que ser personal ni autobiográfico, pudiendo reflejar la manera en que Santiago Motorizado percibe este momento del mundo. La clave que buscamos la guarda ‘El número mágico’. No hay duda, tiene bastante de confesional una obra que guiña a viejas composiciones de la banda, a Pavement y Bowie, e incluye la línea «Hay algo que no te conté. Todo es malo, pero no debería preocuparte ». Los jóvenes El mató que se querían escapar del barrio para llegar a un lugar mejor vuelven hoy la vista y advierten que del otro lado la promesa nunca se alcanza. Los potenciales problemas amorosos del autor tienen poca mordida ante eso. En otro momento del álbum se escucha «Soñamos con un mundo mejor hasta que el líder dijo ‘me voy a rendir’ ». En año electoral eso se puede interpretar de mil maneras, aunque la única buena es la que reconoce la circularidad temática con ‘Amigo piedra’. En todo caso la que pintan esas invocaciones al pasado es una decepción contra la que poco se puede hacer más que resignarse. Es que, la muerte como experiencia común a lo humano y el colapso de todas las cosas que nos rodean, riman temáticamente en ‘El número mágico’ con el fin de una relación sentimental. Que ese sea el mensaje del disco más maduro, para bien y para mal, de una banda que encontraba optimismo inquebrantable ante oleadas de zombies el día del juicio final, da que pensar.
La autoreferencialidad no es nueva en las composiciones de El mató, si bien resuena de manera distinta el año en que cumplen dos décadas en activo. La película es larga y se puede pausar en cualquier momento. Si lo hacemos entre 2017 y el presente, nos daremos cuenta de que el mundo ha cambiado varias veces, como nosotros y como El Mató. Por mencionar lo evidente en su caso, resultando en letras menos minimalistas, producción de alta gama, refinamiento sonoro y aproximaciones al establishment. El salto adelante de ‘El Tesoro’ y La Síntesis O’Konor puso a la banda en una ruta que puede o no gustar a los fans de la primera hora under, pero que les permitió lograr varios milagros. Recapitulemos: Que la atmosférica disociación de ‘Las luces’ suene en radios de aire, que una música a priori minoritaria siga escalando el aforo de sus shows, que la banda de unos estudiantes de arte platenses sea referencia común al mundo hispanohablante. No es poco. Con todo, puede que el que se extiende a partir de allí sea el momento menos interesante en la carrera de El Mató. Y esa no es una declaración de edadismo o preferencia snob por lo viejo e impopular. Para explicarnos tomemos ‘Fuego’ y ‘Coronado’, una canción de La Síntesis O´Konor y otra de Súper Terror. La primera ochentera y sintética, con reverb espectral pero rotundidad melódica, menos minimalista aun teniendo cierta letra mántrica. La segunda, un posible puente entre la encarnación inicial de la banda y su amansado presente. No en vano conservando su capacidad para canalizar el tumulto interno en imágenes y sonidos agitados por alguna forma de la violencia. Uno y otro extremo separados sin remedio. O tal vez no. El enorme hacedor de canciones que es Santiago Motorizado va a resolver ese acertijo tarde o temprano. A su favor esta la viva huella que ha dejado su banda en el presente. No hace falta imaginarse a alguien haciendo con una de las canciones de El Mató lo que Santiago Motorizado logró con ‘No podrás’. En 2020 Lucía Tachetti ya se adueñó de ‘El Magnetismo’, confirmando que El Mató eran legendarios hace tiempo. Con semejante pasado, a punto de comenzar su tercera década de existencia, cualquier banda estaría tranquila al enfrentar el largo valle de la irrelevancia. Tenemos suficiente evidencia para afirmar que esa no es la situación de El mató en este momento. Pues, si se adentraron donde más peligro hay, es porque sospechan que es precisamente allí donde aguarda la salvación.